LOS SOLILOQUIOS DE HAMLET
El personaje de Hamlet abarca un proceso evolutivo importante motivado por un sinfín de sentimientos entrelazados tales como: la rabia, la venganza, la duda, el rencor, etc. La convergencia de todos ellos contribuye a convertir al príncipe en un ser atormentado. La muerte de su padre a manos de su tío y la posterior boda de éste con su madre provocan en Hamlet una profunda tristeza, la cual se mantendrá perenne en él durante toda la obra. Hablamos de un príncipe acechado por la visita del espectro de su padre, el rey Hamlet, quien insta a su hijo a que vengue su muerte. Tras semejante petición, el príncipe trama una serie de argucias para conseguir tal fin. Así surge la locura fingida de Hamlet, un arma para obtener la verdad sobre el regicidio y ejecutar su venganza.
El personaje que nos acontece falsea su locura ante todos para cubrir sus verdaderos propósitos vengativos. No obstante, a través de los muchos soliloquios que hallamos en la obra, el lector-espectador, tiene la posibilidad de percibir al verdadero Hamlet a través de sus manifestaciones emocionales. De este modo, se nos permite ser partícipes de la evolución psicológica del propio personaje. Según Siguan (1985: 120) “El personaje que monologa se limita a exponer en voz alta el curso de su pensamiento, imaginando, recordando o anticipando o también reflexionando y llegando a conclusiones pero sin que su discurso se dirija específicamente a alguien.” En este caso, Hamlet encuentra en nosotros a ese confidente en quién depositar sus pensamientos más internos, alguien ante quien pueda mostrarse tal y como es. Esta idea la comparte Bloom (2000: 220) argumentando que “los siete soliloquios que dice Hamlet, tiene dos públicos, nosotros y él, […]”. En cierto modo, interactuamos con el personaje principal, aunque no verbalmente. Es más, los soliloquios nos adentran en la trama y permiten que seamos poseedores de información de la que carecen otros personajes.
En el primer monólogo de Hamlet "Oh, si esta carne mía sólida se disolviera [...]" (I, ii), nos percatamos de la pesadumbre que se apodera del príncipe. Tal grado de desesperanza y desconsolación alcanza el príncipe, que se lamenta por no poder suicidarse (porque así lo prohíbe Dios). Siente que su madre, la reina Gertrudis, no ha actuado con decoro al casarse con Claudio al poco del fallecimiento del rey Hamlet. Por eso se lee en la obra "[...] una bestia privada de razón habría llevado luto más tiempo [...]" (Shakespeare 2009: 129) El príncipe no puede tolerar la situación y reprende la actitud de su madre en la privacidad que le otorga el monólogo.
Ahora es justo que nos detengamos en el que es considerado el soliloquio más importante de todos los tiempos, "ser o no ser", que encontramos en el tercer acto.
Vygostsky (2007: 93) nos ayuda a ver que “Hamlet desearía librarse de la vida que le ha impuesto el nacimiento, no quiere soportar las cargas de la vida [...]”La capacidad de racionalizar es una parte intrínseca de Hamlet, de ahí que su carácter reflexivo quede tan patente en este soliloquio. Se encuentra sumergido en una profunda dicotomía interna sobre si vale la pena hacer frente a la vida o si es mejor dejarla pasar. En este parlamento resurge la idea del suicido, que ya había sido mencionada con anterioridad en el primer monólogo. Hamlet se plantea dejar de vivir como la medida más factible para cesar de sufrir los vaivenes de la fortuna. No obstante, el miedo a no saber que ocurrirá cuando traspase la leve línea que separa ambos mundos, acentúa, aún más si cabe, las constantes dilaciones y contradicciones que sufre el personaje. Nieto (1997: 623) lo plantea argumentando que “Hamlet duda si la muerte es un sueño eterno sin sueños o si habrá sueños en esa muerte, […] entonces la pena será una realidad peor que la presente vida.” Hay quien va todavía más allá alegando que este soliloquio “podría decirse que es su discurso fúnebre anticipado.” (Bloom 2001: 420) Lo que es indudable es que es el pasaje más célebre de la obra y el más brillante de cuántos monólogos han existido.
Hamlet interioriza la locura fingida con suma maestría, hasta el punto en que nos planteamos si realmente la enajenación forma parte del propio carácter del personaje. ¿Es un trastorno simulado? o, por el contrario, ¿podemos encontrar algún resquicio de verdad en su estado mental? El mismo Vigostsky (2007: 89) nos plantea que “si no es locura, es un extraño cambio, [...] un estado especial, [...]” sin embargo, el único momento en que Hamlet es libre es cuando se desvincula de su faceta de demente en los parlamentos.
En los soliloquios, nos relata Ezpeleta (2005: 51), en concreto “en dos de ellos se nos presenta una figura introspectiva, semienamorada de la muerte, el suicidio y la melancolía. Otros dos muestran un vengador muy autocrítico.” Con esto se pone de manifiesto la profunda contradicción en la que está inmerso el personaje. La pasividad se alía, junto con la imperante duda de Hamlet, para crear el sexto monólogo "Puedo hacerlo ahora mismo; ¡ahora, que está rezando! [...]" (III, iii). El príncipe, aun encontrándose en una situación propicia para acabar con Claudio, vuelve a hacer uso de su tan mencionado carácter reflexivo. Decide posponer la venganza al hallarse el asesino en mitad de sus plegarias.
En el séptimo y último monólogo "Todos los acontecimientos me acusan [...]" (IV,iv), Hamlet se recrimina a él mismo su propia inactividad, su desdén. “Esos monólogos, en los que Hamlet, se reprocha a sí mismo su falta de decisión, tienen como principal objetivo el de recordarnos que las cosas no evolucionan como deberían y de hacernos conscientes del punto final al que toda la acción se encamina.” (Vygostky 2006: 233) Se lee en la obra "[...] ¿y yo? ¿Qué haré yo? Mi padre asesinado, mi madre deshonrada [...] Duermo, solo duermo [...]" (Shakespeare 2009: 519)
Tras este breve recorrido por algunos de los discursos que pronuncia Hamlet, vemos que cada soliloquio da cobijo a sus más profundos sentimientos. Nos invitan a ponernos en su piel y establecer con el personaje cierto grado de empatía.
BIBLIOGRAFÍA
Bloom, Harold 2000. Cómo leer y por qué. Editorial Anagrama. Barcelona.
Ezpeleta Piorno, Pilar 2005. Palabras, palabras, palabras: el decoro en Hamlet. Editorial Universidad Politécnica de Valencia.
Nieto, José 1997. El renacimiento y la otra España. Editorial Droz. Génova.
Shakespeare William 2009. Hamlet, edición bilingüe. Traducción por Miguel Ángel Conejero Dionís-Bayer y Jenaro Talens. Ediciones cátedra. Madrid.
Siguan, Miguel.1985. "La expresión literaria del lenguaje interior" en Anuario de psicología nº 33. Departamento de psicología general. Universidad de Barcelona.
Vygostky, Lev. 2006. Psicología del arte. Editorial Paidós Ibérica. Barcelona.
Vygostky, Lev. 2007. Tragedia de Hamlet y psicología del arte. Fundación Infancia y aprendizaje. Madrid.
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